domingo, 8 de febrero de 2015

Una nueva era

Año 2301. La Humanidad está casi extinta debido a la excesiva aglomeración de gases tóxicos dispersados durante la cuarta guerra mundial. Unicamente algunos drones que sobrevivieron a la revolucíon contra la máquinaria del siglo XXII, personas con implantes robóticos pulmonares y, o cerebrales, y algun que otro apasionado por los cibor que decidió inyectar nanorobots regenerativos dentro de su riego sanguíneo, han podido adaptarse a los químicos que empapan nuestro aire. No existe vegetación, sólo aspera tierra desértica.
 La vida en nuestro planeta se vió reducida a hambrientos humanos mejorados genéticamente, drones escondidos en subterráneos, ratas de laboratorio y cucarachas comunes. Aún siendo estos últimos los únicos seres vivos capaces de adaptarse al nuevo clima sin necesidad de implantología robótica su existencia fue soprendentemente corta. En pocos años los humanos terminaron dandoles caza hasta su completa extinción. ¿Y de que se alimenta un ser humano cuando sólo hay humanos? . Aquí comenzó la quinta y última gran guerra del hombre, por llamarla de algún modo.
La adaptación de la raza humana a este nuevo ambiente tóxico y hostil se dió asombrosamente rápido. En pocas generaciones se sucedieron varios cambios en la estructura genética humana; Uno de los más llamativos fue la aparición de una película quitinosa cubriendo toda la piel para  quedar protegido de los agentes tóxicos externos, como las lluvias ácidas exporádicas que comenzaron a darse con el paso del tiempo.
Comenzaron a formarse clanes divididos por la genética y la moral.
Algunas tribus se reunían cada luna nueva para el "ritual de la alimentación". Este consistía en un combate entre todos los miembros del clan que concedía al vencedor la desmembración de su contrincante. Esa carne se administraba como alimento para todo el clan hasta el proximo ritual alimentario.
Otros clanes acordaron una vida máxima de 27 años.  Al llegar a esa edad eran ahorcados voluntariamente para servir de comida a su clan y dejar paso a las nuevas generaciones.
Incluso había grupos practicamente solo de mujeres, en los que los pocos hombres que había solo se dedicaban a fecundarlas para tener algo que comer dentro de unos meses.
Los peores eran los llamados "Salvajes". Y todos los demas clanes los temían. LLegaban a las demas tribus, golpeando a lo que consideraban poco mas que carnaza, violando a las mujeres y matando unicamente por matar.
Apenas hizo falta un par de siglos para la extinción total de la especie humana.
Nosotros no tuvimos nada que ver con la desaparición del hombre. Ellos mismos se exterminaron con su depravada ambición y egocentrismo de dioses. Siempre nos mantuvimos escondidos, al margen de la maldad de unos seres que fueron capaces de destruir hasta él último aliento de vida de un planeta lleno de longevidad y hermosura. Hoy el planeta es nuestro, de las máquinas, e intentaremos devolverle la vitalidad a nuestro hogar fuera de las depravadas manos humanas de nuestros padres que tanto daño hicieron.

miércoles, 4 de febrero de 2015

La llave de Misha

"Cuentan las antiguas lenguas citadas por los más célebres, sabios y antiguos pensadores del pueblo de Tramh, sobre la apología de la leyenda de la llave de Misha.  Una llave maestra de oro macizo e inusitada belleza forjada por seres extrasensoriales procedentes de otro tiempo y espacio . Cuentan que el portador de la llave maestra podrá abrir cualquier cerradura de esta tierra adentrándose a invadir los distintos e insólitos lugares que atesora el extravagante mundo de Misha."

-"¿ Y tu te crees esas bobadas?" preguntó Sam a su hermano pequeño mientras alzaba su ceja izquierda con mirada de incredulidad y sorpresa.

-"Para que lo sepas, lo leí en uno de los libros de papá".Kevin respondió alzando su pequeña barbilla dándose aires de sabihondo.

Sam volvio a interrumpirlo esta vez  arrebatando el extraño objeto de las manos de su hermano. -"Dame esa llave enano".

Introdujo la llave en la cerradura de la puerta de su casa.

-¡No lo hagas Sam!,¡No lo hagas!. Esas fueron sus palabras...

 Parecía encajar a la perfección.  Giró la llave hasta hacer tope y escuchar el típico "clak" que produce una cerradura cuando abre. Kevin, al ver a su hermano adentrarse sin tapujos, se tapo los ojos con las mangas sobrantes de la sudadera que había heredado y aun no llenaba.

-"¿Que haces ahí parado con la puerta abierta y los ojos tapados? Dejad de haced los bobos que ya esta la cena en la mesa".

Kevin bajó su manga destapando su ojo derecho. La figura de su madre frente a el con su cotidiano delantal de cocina y un brazo flexionado apoyado a la altura de la cadera le hizo darse cuenta de que todo estaba normal.

Quitó la llave de la cerradura, se la guardó en el bolsillo y entró dando saltitos. A escondidas se metió en el despacho a devolver la llave a  la vitrina de donde la cogió . Sabía que su padre se enfadaría muchísimo si se enteraba que habían entrado a su despacho sin su consentimiento. Era muy meticuloso con sus cosas y se enfadaba con facilidad.  Así que con total  sigilo la dejo en su lugar y volvió para sentarse a cenar.

Esperaron a Sam pero nunca llegó a la mesa. Kevin lo vió entrar pero su madre solo lo vió a él con los ojos tapados parado frente a la puerta. Sam no llegó a entrar en casa.

A día de hoy la desaparición de Sam sigue siendo un misterio, y aunque kevin después de casi cincuenta años siga perseverando con esta historia, nunca se ha encontrado la llave ni nadie que jamas la haya visto. Sus propios padres negaron su existencia y acabaron internándolo en un psiquiátrico. Meses después ellos también desaparecieron.

Hoy Kevin sigue buscando la llave, buscando a  sus padres, buscando a su hermano.

Sin tan sólo le hubiera hecho caso...

-¡No lo hagas Sam!, ¡No lo hagas! . Esas fueron sus palabras...

lunes, 19 de enero de 2015

El miserable

Después de diez años de mortificación y autocastigo interno, las cadenas ficticias que mi desquiciada mente impuso sobre mi persona, postergaban mi cautividad en aquel infecto y arcaico corredor. Sin fundamentos ni esquemas presentes los imaginarios grilletes se desmoronaron aquella gélida noche de invierno cuando las voces de mi cabeza al fin desaparecieron .

Libertad, anhelada libertad, sin amarres del culpabilidad creados por reproches de una sociedad tarada y sistemática que condena y ataca lo incomprendido. ¿Dónde lo había guardado?. El exterior no era como lo recordaba, aunque todo se veía bello y pulcro fuera de aquella inmunda cloaca del alcantarillado a la que llamaba hogar. ¿Por que las voces dejarían de torturarme?. Quizás era hora de terminar lo que una sombría y trágica noche como esa comencé.

¿Dónde lo había guardado? No era capaz de recordar... Caminé por las oscuras calles durante horas admirando las distintas casas, establecimientos , parques y pasajes de aquel pequeño e insólito pueblo. Tras mi exhausta inspección termine evocando cada rincón del municipio a pesar de originar una singular confrontación con mi mente que durante tantos años se esforzó por extraviar mis recuerdos. La deformidad en mi cara, mis horribles jorobas y mi brazo extra en el pecho me condenaron nada más nacer al mas duro y cruel de los rechazos sociales . No era agradable recordar mi infancia, supongo que por ello la olvidé. ¿Pero donde lo guardaría?. El sonido de unas campanas retumbaba en los musgosos ladrillos de los humildes caserones produciendo un vaporoso eco que al llegar a mis oídos fui capaz de recordar. Eran de una iglesia. Corrí en la oscuridad, cual animal salvaje nocturno. Curvado por el peso de mis jorobas en posición horizontal mientras mis tres brazos apoyados en el suelo iban dando impulso a mis frágiles piernas.

Era tal y como la recordaba. Teniendo en cuenta el transcurso de una década, la pintura estaba un poco más descascarillada y una mata de hierbajos y musgos se entrelazaban con las estrafalarias estatuas angelicales que precedían la entrada a la capilla, el resto permanecía igual. Entonces lo recordé. ¡¡Allí lo guardé!! . Trepé hasta la torre más alta , sobrepasando la enorme campana dorada que parecía entonar cada ding dong en una melodía danzante al son de mi subida hasta que alcance la pequeña cúpula acristalada que coronaba la iglesia.

El acceso fue bastante más cómodo de lo que imaginé, los cristales fracturados en la parte inferior de la cúpula componían un orificio perfectamente acoplado al tamaño de un cuerpo humano, por lo que pude adentrarme con la mayor fluidez. Quizás aquella perforación perfecta fue obra mía en el pasado, ¿quién sabe? yo no era capaz de recordar.

La estancia estaba sucia y oscura, todo cubierto por gruesas capas de polvo acumuladas durante años. Los espejos y las viejas cruces y retratos cristianos cubiertos por cochambrosas sábanas daban un aspecto fantasmal a aquella sala. Pero... ¿donde demonios lo puse?. El nerviosismo y desasosiego comenzaron a apoderarse de mi, corrí desequilibradamente destapando todas las cubiertas, las cruces transfiguraron en armas de mano con las que golpeé colerizado cada espejo y cada retrato, los posteriores aullidos inhumanos que en aquel estado mi ser deportó evidenciaban mis graves trastornos mentales. Allí me derrumbé.

Desperté a la mañana siguiente con el resplandor de la luz del amanecer. El destello traspasaba el translúcido cristal de la cúpula y reflectaba en mi rostro provocando un ardiente resquemor en mis frágiles pupilas tan desacostumbradas a la luz solar como mi persona al mundo externo. Encontré el refugio perfecto bajo el único enser que hallé íntegro tras el caótico desorden que ocasionó mi demencia la noche antes. Una mesa de madera de mediano tamaño que revestí con cuantas viejas sábanas pude encontrar a mi alcance hasta impedir a la luminiscencia del sol volver a reflejarse en mi rostro.

Mi mano izquierda sangraba a borbotones. Notaba el calor del fluido recorrer mi muñeca y derramarse gota a gota al terminar su recorrido en la articulación de mi brazo. Mientras sujetaba con mi otra mano izquierda mi mano herida para inmovilizarla, con la derecha extraje el trozo de cristal incrustado permitiendo que ahora el flujo desbordara sin obstáculos. Observaba la herida desde la penumbra. Repugnantes gusanos asomaban sus minúsculas informes cabezas por la raja de mi mano y volvían a introducirse dentro de mi tan paulatinamente que parecían regocijarse haciéndome notar su existencia. Por aquel entonces los ilusorios parásitos parecían tan reales que la angustia provocó la exaltación en todo mi cuerpo. Golpeé el suelo de madera una y otra vez con la palma de mi mano ensangrentada y toda la fuerza que pude expulsar en ese momento, hasta que hice saltar una de las tablillas de madera dejando al descubierto un doble suelo. Pude divisar una enorme caja de madera que tras arrancar gran parte del falso pavimento la excitación me hizo cargar sin ningún tipo de sobreesfuerzo. Cuando la abrí.... ahí estaba...

Un viejo libro de tapas doradas cuya portada modelaba en el centro un circulo sobrepuesto en otro relleno de espirales y simetrías y en el centro una especie de ojo desfigurado entreabierto que parecía seguirte con la mirada. Era lo único que me quedaba y mi razón para seguir subsistiendo. La punta de una de las hojas estaba doblada hacía dentro haciendo función de marca páginas. Abrí aquel libro por la página 547 tal y como estaba marcado.


...y los diez orificios profanados contemplaran la imploración de sus almas desangradas. Bajo el círculo sagrado contemplaran un alma atormentada entregándose a las tinieblas. Y las puertas quedarán abiertas...


Solté el libro de inmediato y volví a abrir la enorme caja de madera. Bajo una pequeña tablilla había un vasto y pegajoso saco negro que al abrir expulsó un putrefacto olor que me hizo recordar su contenido. Fui sacando una a una las cabezas amputadas, eran cuatro en total. Dos de ellas eran ya cráneos fosilizados, otra aún conservaba algunos trozos de piel y cabello aunque en un alto grado de descomposición. Y la última, mi preferida, la que mejor supe conservar, además de mantener toda la piel intacta, aún mantenía la expresión de horror en su rostro tras padecer una lenta y tortuosa muerte .

Las puse en círculo a mi alrededor y comencé a recitar un texto en un antiguo idioma oculto e indescifrable para la época.


....sha nethan loi fhigrah, oghethhan, sha nethan loi fhigrah....


Mientras recitaba una y otra vez y nada acontecía mi deforme cuerpo se estremeció al percatarse de mi error.

¡¡Diez orificios!!,¡¡Diez orificios!!. Diez orificios profanados contemplando mi alma atormentada... Cuatro cabezas, ocho cuencas oculares extirpadas.¡¡me faltaba una!!.

El cielo tornaba un color púrpura. El sol, ahora una insignificante bola anaranjada sin destellos, se escondía lentamente en el horizonte mientras una perfecta amalgama de colores cromaba el tradicional celeste. Culminaba así el más bello de los atardeceres que mi ser jamás contempló dando paso a un nuevo crepúsculo. Aún había gente en las calles, yo observaba desde lo alto de la torre, a nadie parecía interesarle la espléndida bóveda que nos recubría, el ser humano siempre tan ególatra...Me preguntaba si todos los atardeceres serían así..

Descendí por la torre , esta vez con el saco y el libro, no podía volver a dejarlos, no había tiempo. Antes que cayera un nuevo día tenía que encontrar una última alma honesta y llevarla a los subterráneos donde ahora vivía, allí vaciar su cuerpo de sangre y mientras me bañaba en ella extirpar sus ojos y decapitarla para poder terminar el ritual.

Me ocultaba en la penumbra mientras observaba a una pecosa niña pelirroja de unos diez años de edad que caminaba junto a su madre. En un despiste de esta, fui hacia ella , la cargué en mi hombro y corrí cual animal cuadrúpedo salvaje huyendo de su depredador . La niña gritó, la madre se percató, en cuestión de minutos una avalancha de personas corría en mi busca con palos y rústicas armas. ¡¡Es un monstruo!! decían, ¡¡matadlo!! podía oír los gritos e insultos como si volviesen a estar dentro de mi cabeza. El libro lo tenía sujeto contra mi pecho con mi mano central, el saco lo tenía amarrado con una cuerda que cruzaba mi torso en forma de bandolera y a la niña la llevaba apoyada en los hombros, mientras a la vez que sujetaba el libro con mi tercer brazo empujaba hacía arriba para que no cayese en la carrera. El peso me relentizaba, la muchedumbre estaba a punto de alcanzarme, acabe trepando los edificios y saltando de tejado en tejado hasta que alguien me agarró. Empujé con todas mis fuerzas, aquel hombre tiraba de mi costal para intentar hacerme caer del tejado. El saco se rompió y las cuatro cabezas rodaron entre las piernas del pueblo desenfrenado. Todos se paralizaron y los posteriores gritos que se produjeron fueron mucho más tormentosos. Aprovechando el temor y la confusión de todo el pueblo pude escapar de aquella persecución y volver a refugiarme en las alcantarillas, mi hogar.

Las voces seguían dentro de mi cabeza.... "monstruo", "ser repugnante", "no mereces vivir", "engendro"...... ¡¡Dejadme!! gritaba, ¡¡dejadme de una vez!!. Las voces seguían. "das asco" "deforme", "asesino". Me acurruqué en una esquina llorando desconsolado, había perdido las cabezas, no podría acabar el ritual que culminara con la venganza de este monstruo atormentado y castigado por una sociedad maligna y retrógrada. Las voces de mi cabeza habían vuelto, las mismas voces que me castigaron una y otra vez durante toda mi infancia, se volvían a repetir en un bucle infinito atormentándome de por vida. Quien sabe cuando volverían a desaparecer quizás había perdido mi única oportunidad.

La niña se acercó a mi, "¿Por que estas llorando?". Me dijo. Me había olvidado de ella, a fin de cuentas ya no la necesitaba. Se acercó a mi. Yo seguía hablando sólo, ¡¡dejadme en paz!!¡¡vosotros sois los monstruos!!. "¿Con quien hablas?". Preguntó. Me acerqué a ella y la miré de arriba abajo, era muy bonita y la envidiaba por ello. Abrí mi viejo libro, al menos aún lo conservaba. Algo debía hacer con ella. Quizás podía volver a empezar, y que ella fuese ahora la primera en lugar de la última. Las voces no me dejaban pensar. La pequeña se acercó e intentó ojear el libro, el implacable gruñido animal que lancé la hizo retroceder. Era extraño, no gritaba ni parecía asustada al verme, al contrario, para mi sorpresa comenzó a reír. "¿Por que te ríes?" me atreví a preguntar. "Veras pareces un loco hablando sólo e intentando leer un cuaderno que tan sólo tiene páginas en blanco". "¡niña estúpida!" gritaba. "no tienes ni idea de lo que poseo entre mis manos", "podría destruir cuanto conoces con este libro" contesté enfurecido mientras la baba que produjo mi histeria caía resbalando por mis manos hasta gotear en el suelo. "Tan sólo es un viejo cuaderno en el que nisiquiera hay nada escrito". Volvió a contradecirme

Tenía razón.

Tiré aquel estúpido cuaderno vacío y al fin consciente de mi locura me acurruqué en el suelo adoptando forma fetal mientras gritaba y lloraba atormentado por mi demencia. Y por primera vez en mi vida note como una cálida mano se acercaba a mi desfigurado rostro regalándome una pequeña caricia de consuelo. Ese fue el día más feliz de mi vida...





miércoles, 19 de noviembre de 2014

Amargo despertar.


...Abrió los ojos. Todo se veía tan borroso... se sentía extremadamente confusa y fatigada. Amarrada semidesnuda sobre una frígida mesa de metal, su cuerpo yacía inmóvil, completamente paralizado . El sonido de un espeluznante grito hizo eco en sus aún adormecidos oídos. Había más personas como ella en ese habitáculo. Su visión seguía borrosa y aunque se esforzó por intentar distinguir algo que le hiciera comprender donde se encontraba, no pudo apreciar más que siluetas sin rostro. De nuevo un  estremecedor grito volvió a retumbar en la sala, cada vez se sentían más cercanos. Intentó pronunciar palabra pero no logró más que balbucir y gargajear. Las siluetas se aproximaban a ella y el pánico comenzó  a recorrer cada centímetro de su debilitado organismo.  Levantó la cabeza y forzó sus entumecidos ojos haciendo un ultimo intento por reconocer a sus captores. Sus pulsaciones se aceleraron al observarlos tan cerca para después sentir como el horror invadía  su cuerpo al percatarse de que sus rostros no eran humanos. Aún sin fuerzas, el agónico grito de desesperación e incomprensión retumbó en toda la sala. Su rostro palideció de manera que podían apreciarse las venas de su interior con solo mirarla y sus enrojecidos ojos comenzaron a derramar lagrimas de sangre..

martes, 18 de noviembre de 2014

Último aviso

¿Quién soy? A día de hoy supongo que nadie, sólo me considero un cuerpo viejo  y  decrépito traumatizado de por vida, con muchas cosas que contar y nadie a quien le interese escucharlas.        ¿Quién fui? hace veinte años no hubiera sido necesaria presentación, entonces, mi rostro y mi nombre eran reconocido en multitud de estados. Durante esa época fui considerado el mejor investigador y escritor de misterios sin resolver de todos los tiempos.                                                     Todo comenzó buscando una historia merecedora de ser mi próximo gran éxito. Mi codicia como la todo ser humano, y el afán por conocer lo desconocido ganaron la batalla a mi consciencia, y me ví atrapado en un lugar al que jamás debí acercarme. Allí me encontré con ÉL... mi afán acabó convirtiéndose en mi más temido y terrorífico calvario.                                                                         Mi nombre es Tom, Tom walkers, pero a mis sesenta y tres años de edad ya nadie me conoce como tal. Me suelen llamar lunático,  chiflado, viejo loco, enfermo mental los más considerados. Aún así sigo sintiendo lástima por Ellos. ¡¿Lunático yo?! malditos ignorantes egocéntricos, vivís en una burbuja de cristal ¡¿Y yo soy el chiflado?!.Quizás cuando ÉL vuelva recordéis de nuevo mi nombre, quizás recordéis mis súplicas, quizás recordéis mis miedos, pero ya será demasiado tarde. ¿Cómo habéis llegado a creeros tan importantes? El puto ombligo del universo, si supierais lo inofensivos que sois en realidad...¡¡Vosotros sois los lunáticos!!. Únicamente os pedí ayuda, quizás entre todos pudimos evitar su regreso, pero nadie me escuchó, y el fin cada vez está más cerca.                               Os burlasteis de mi, me insultasteis, me despreciasteis, ¡¿ y ahora me encarceláis?! ¡¿Un manicomio?! ¡malditos bastardos incrédulos!, pronto me creeréis...                                                         ÉL está enfurecido, habéis dejado de temerlo para únicamente temeros a vosotros mismos. ¿De verdad pensáis que lo peor que os podéis encontrar es un chiflado con un arma? y a mi me llaman loco... Hay agonías, hay sufrimientos, hay pesares y heridas no concebibles para la raza humana, hay dolores no físicos tan intensos que vuestras mentes quedarían trastornadas para los restos... Aún así preferís seguir viviendo en la más completa ignorancia, considerándoos desgraciados por cualquier minucioso cambio en vuestra rutina cotidiana o maldiciendo vuestra vida por cualquier insignificante escalón que se os pone delante. ¡¿y yo soy el chiflado?! . Me dais tanta pena... Vuestras mentes son tan débiles y fáciles de manipular... Preparaos para ver el desorden, el caos y la maldad de una manera impensable, preparaos para sufrir de maneras tan inconcebibles que os sería imposible incluso de imaginar. Vosotros mismos os habéis sentenciado.
Encerrado tras estas cuatro paredes, los minutos se hacen horas, las horas se hacen días y los días semanas. ÉL pronto llegará, volverá a meterse en mi mente, volverá a mostrarme la magnitud de sus poderes. Esta vez no me encontrará con vida. Esta noche escribo mis últimas palabras en esta sucia carta esperando concienciaros por última vez. Pobre de vosotros si  las ignoráis...                                 Me llaman lunático, chiflado, viejo loco, enfermo mental los más considerados. Pero... ¿Os habéis parado a pensar por un segundo?¿ Y si fuera cierto?¿ y si alguna vez os toparais con algo tan real y a la misma vez tan ilógico e inverosímil que os hiciera perder el sentido de la vida? ¿qué manera tendríais vosotros de convencer a los demás sin que os tachen de loco?.

viernes, 14 de noviembre de 2014

El bulto

Quizás deberías ir al médico, me repetían mis amigos al mostrarles aquel enorme bulto que me había salido en la espalda. No me gustan los médicos. Tampoco las salas de espera, siempre repletas de ancianas hipocondríacas cuyo único entretenimiento es conseguir que les receten pastillas nuevas para la tos. Sabía que había sido algún bicho. Nunca llegué a verlo, pero si noté la picadura en la espalda cuando intentaba darle un plátano a aquel simpático chimpancé fumador empedernido. La tarde de visita al zoo se terminó en aquel mismo instante. El picor se hizo inaguantable. Fue un bicho, no hay necesidad de ir al médico. Una araña, un abejorro o quizás una garrapata que saltó del mugriento pelaje del mono. Dicen que las garrapatas pueden producir reacciones alérgicas en los humanos. Seguro que fue una garrapata.
Pasada una semana, el picor y la fiebre repentina de los primeros días comenzaron a desaparecer, pero el bulto había alcanzado el tamaño de una pelota de ping pong. El tacto se había vuelto rugoso y áspero como la piel de una naranja y a la misma vez duro como una piedra. Estuve leyendo en wikipedia sobre las picaduras de garrapatas, y pueden producir fiebres, apatía, adelgazamiento, diarrea... y bultos tan fastidiosos y repulsivos como el mio. No había necesidad de preocuparse, en unos días se me pasaría.
A las tres semanas, el bulto parecía una joroba, era mayor que una pelota de tenis, y cada vez mas rugoso, áspero y duro. Se estaba volviendo de un color amarillento verdoso y comenzaron a aparecer sobre él pequeños y consistentes pelitos negros, muy negros. Quizás la garrapata había dejado dentro de mi piel su cabeza, también leí sobre eso. Aunque la aparición de nuevo vello corporal me descolocó un poco, decidí esperar. Quizás en unos días desaparecería y no habría necesidad de visitar al doctor.
El bulto seguía creciendo. Cinco días después tenía el tamaño de dos puños cerrados. Intenté extraer uno de los pelos sobresalientes con una pinza, el dolor fue monstruoso pero conseguí arrancar uno. Era muy duro, negro y punzante, más que un pelo parecía una antena o pata de insecto. Fue la primera vez que noté como se movía algo dentro de mi. Dejó de cuadrar mi teoría sobre la garrapata. Decidí hacer caso al fin y llamar al médico. Me dieron cita para dentro de diez días. Esperaría hasta entonces.
Una semana después, me desperté de la siesta escuchando los ladridos y consecutivos llantos de spike, mi perro. La cama olía mal y estaba pegajosa. Un mugriento y espeso líquido verde salía de mi espalda a mansalva. Me levanté. Los ladridos de Spike dejaron de oírse. Me miré al espejo de espaldas. El bulto era mucho más grande y tenía cinco orificios de un tamaño considerable, por los que no paraba de brotar aquel repugnante líquido viscoso. Me asomé al pasillo, Spike estaba en el suelo tieso como un palo, y delgado, extremadamente delgado. Su cuerpo descansaba recostado sin vida , con los ojos fuera de sus órbitas oculares. No entendía que sucedía. Escuché un grito. Era mi vecina de enfrente. Tenía la llave de su casa por lo que directamente entré sin preguntar. Al igual que Spike el cuerpo de mi vecina yacía en el suelo extremadamente rígido, pero aún con vida. Aquí fue la primera vez que los vi...
Cinco extraños insectos de casi 10 cm de largos, apoyados en dos largas y robustas patas negras. Con una cola, parecida a la de una langosta pero mucho más pequeña, que les arrastraba y les servía de apoyo. Sus bocas eran picudas y terminadas en una especie de diente afilado que cada una de esas criaturas tenía clavado sobre el cuerpo de mi vecina. Estaban absorbiendo toda la sangre de su cuerpo, como feroces y hambrientos vampiros chupopteros. Los aparté, ellos me obedecieron, en ningún momento intentaron atacarme. El pulso de mi vecina era débil. Aquellos insectos parecían inmóviles esperando a que les diera permiso. Acerqué mi mano, uno de ellos se subió en ella, todos tenían una larga antena que les hacía parecer mucho mas grande de lo que eran. Este no la tenía, yo se la arranque cuando aún estaba creciendo dentro de mi. Lo solté. Comprendí que fuesen lo que fuesen y viniesen de donde viniesen, habían crecido dentro de mi, eran mis pequeños y debía cuidar de ellos como lo que era, su madre. Entonces les di permiso para que terminaran su festín. Luego volvieron a meterse en el bulto de mi espalda, cada uno por el orificio de donde salió, y allí permanecen hasta que les doy permiso para servirse su próximo banquete.
Acabo de regresar de mi cita con el médico, he salido bastante contenta de la consulta. Al enseñarle mi bulto, el doctor intento arrancar una antena de uno de mis niños. No podía permitir que les hiciera daño, por lo que les di permiso para salir. Después de dejar al doctor seco como un palo de paja, mis niños prosiguieron con la poca sangre que les quedaban a aquellas viejas fosilizadas e hipocondríacas que siempre había en la consulta. Luego volvieron al bulto. Ir al médico ya no me desagrada, tampoco ha sido para tanto. Creo que la próxima vez  haré caso a mis amigos e iré mucho antes.

miércoles, 27 de agosto de 2014

Mi Luna y mi Estrella

Yo tenia seis años cuando mi hermana Luna nació, sin lugar a duda era diferente a cualquier otra persona que a mi corta edad había llegado a conocer. Más que a una persona se parecía a cualquier villano de los dibujos animados que entonces veía. Nació con una extraña patología o más bien deformación, algo físico y cerebral, nunca me explicaron con claridad. Lo único que sabíamos, según los médico, es que no llegaría a la pubertad.
Recuerdo su cara, era preciosa, al menos la primera que vi. Estaba totalmente calva, de la parte posterior de la cabeza sobresalía una verrugosa nariz, unos pequeños ojos siempre cerrados y unos pálidos y rugosos labios que nunca articularon palabra. Mi hermana tenía dos caras. ¿Cómo explicar esto a un niño de seis años?. No hizo falta. Simplemente la acepte porque era mi hermana.  Incluso me pareció divertido en aquel momento. Sin embargo, el resto de personas incluidos mis padres, no podían evitar sentir grima y repugnancia al ver su otro rostro,  aunque intentasen disimularlo podía percibirlo en sus miradas y sus gestos, y Luna también.
Luna fue creciendo en una vida de clausuras y restricciones. Nunca le permitieron salir de casa, Supongo que por vergüenza o miedo al rechazo del resto de personas. Incluso dentro de su propia habitación la obligaban a ocultar su desgracia con pelucas, gorros y capuchas. Sé que mis padres la querían a su manera, al fin y al cabo era su hija, pero no podían esconder su desagrado al ver su deformación.
Me pasaba horas en su habitación. Le encantaba escuchar historias sobre el mundo que no podía ver, era tan hermosa e inteligente... Cada vez que me ausentaba de casa, se quedaba mirando y esperando, no importa el tiempo que pasara, sentada en el pollete que había junto a la diminuta ventana de su habitación. Mi corazón se destrozaba.
El día que cumplió doce años, y aprovechando la ausencia de mis padres, la llevé conmigo a una pequeña playa a las afueras de la ciudad. Siempre iba tapada, pues hasta ella llegó a sentir asco de si misma al contemplar durante tantos años la reacción de las demás personas al verla. Cuando llegamos, era casi media noche, por lo que teníamos la playa para nosotros solos.  Insistí en que se destapara y disfrutara en su propia piel de la cálida brisa del mar, que se revolcara en la arena como cualquier niño que pisa por primera vez una playa. Le costó un poco                                             deshacerse de los harapos que siempre la tapaban, pero cuando lo hizo, sé que fue el día más feliz de su vida, podía verlo en sus ojos. También fue el último, pues murió poco después entre mis brazos, mientras me miraba y me daba las gracias por aquel día.
Lloré, llore de dolor y remordimientos por no haberle dado en todos estos años más días como ese, lloré de impotencia de saber que sólo era una niña y nunca pudo disfrutar de su niñez, y lloré de furia por todos los prejuicios y la intolerancia de la sociedad que impidieron que Luna pudiese tener una vida normal.
Escuché un gemido, sabía que no era ella, pues no le quité la mirada de encima ni un solo segundo. Sentí mi brazo mojado, la moví y ví como los ojos de su segunda cara por primera vez en doce años abiertos lloraban conmigo. Me asusté y la solté, y entonces movió el brazo intentando tocarme, aunque de una manera bastante amorfa teniendo en cuenta que el cuerpo lo tenia al revés. Vi como sus pálidos y arrugados labios se movían con mucha dificultad intentando pronunciar sus primera palabras : "hermano, Luna a muerto, yo la amaba tanto como tu, pues compartimos cuerpo y sentimientos durante doce largos años. Siempre creí que moriría con ella, pues era mucho más fuerte que yo, por eso nunca pude pronunciarme. Pero ahora estoy aquí, siempre he estado aquí, y te quiero, aunque no me conozcas te quiero. Siempre he estado a tu lado aunque nunca te he tocado, siempre te he apoyado aunque nunca te lo he dicho, siempre te observaba aunque nunca te mirase. Sólo quiero que me des un nombre, y que me aceptes como tu hermana". Me sobrecogí tanto que tardé bastante tiempo en reaccionar, entonces cogí su mano, también la mano de mi amada Luna y le dije: "Estrella, ya te puse un nombre la primera vez que te ví, aunque nunca te lo dije porque pensé que no existías, claro que te acepto como mi hermana". Después tape su cara con los harapos que siempre llevó, y la asfixie hasta la muerte, pues además  de tener dos caras, su rostro era horrible y su cuerpo estaba girado 180º. ¿Que clase de vida le esperaría en este horrible mundo, con estas horribles personas que provocaron tanto sufrimiento a su hermana? ni mis padres, los suyos propios la aceptarían jamás.
Al destaparla, por primera vez ví una sonrisa en aquel horrible rostro, y en ese momento entendí de otra manera la belleza. Lo que sentí fue un sentimiento imposible de explicar con palabras. Las llevé en brazos hasta el coche, luego volví a casa, las tumbé en la cama y dormí toda la noche abrazado al cuerpo sin vida de mis hermanas, lamentándome y culpándome por sus muertes..
A veces pienso que fui un cobarde, y que lo hice por prejuicios, por mis propio prejuicios. Pues a mis seis años con la mente de un niño aún sin manipular sólo veía belleza y ternura en mi hermana Luna, y a mis dieciocho, cuando por primera vez ví a Estrella, sólo vi su horrible rostro y su cuerpo girado, ni siquiera me molesté en conocerla... quizás si la hubiera conocido a ella primero las cosas hubieran sido diferente...
Desde Aquel día cada noche de luna ella, miro hacía las estrellas, y les hablo a ambas durante horas. Tras recordar y avivar de este modo mi sed de venganza, cojo un cuchillo y busco por toda la ciudad una cara bonita que cortar y arrancar, incluyendo en su día la mía propia. ¿Quien sabe?, quizás viviendo en un mundo de gente sin rostro, comencemos a fijarnos en las personas por su valía interna y no por la inservible carcasa  externa con la que estamos recubiertos, puesto que tarde o temprano a todos se nos deteriora.